Salsa de Perdiz

Una mañana me llama mi hermano Antonio y me invita a comer.

Vamos allí, viene el maitre, nos da la carta, y dice mi hermano:
Antonio: - María Amelia, tienes una cosa que te gusta...¡perdiz!.
M.A.: - ¿Ay sí?. Y a tí tambien te gustan hombre, porque vamos buenos de comer perdices cuando las cazaba nuestro padre. A veces, comíamos dos por cabeza. A tí también te gustan.
Antonio: - Sí, pero no tengo gana de ella.
M.A.: - Bueno, pues yo voy a pedir perdiz.
Antonio: - Pero esta perdiz dicen que está desmenuzada, que la pusieron en trozitos y la desmenuzaron. No la ponen entera, la ponen en pedacitos porque así es más fácil comer.
M.A.: - Nooo, a mi me gusta la perdiz como es la perdiz, entera, de pedazos nada.
Y dice el camarero: - Sí, pero nosotros la troceamos ya y viene deshuesada.

Bueno, pues viene la perdiz, la pruebo y yo le digo a mi hermano.

M.A. - La salsa sí que es de perdiz, pero lo que estoy comiendo es un pájaro que yo no conozco.
Antonio: - No la vamos a empezar ahora con el camarero

Se acercó el camarero.

M.A. - Mire usted, a mí esto no me sabe a perdiz, me sabe a pájaro, pero no sé que pajaro es.
Camarero - Señora, por Dios, puede estar segura. Don Antonio, es perdiz.

Marcha el camarero, y como mi hermano tenía un genio muy violento, dije yo:

M.A. - Mira, puede ser que esté equivocada.

Salimos del restaurante y le dije yo a Mariquiña.

-Lo que comí yo no era perdiz pero por no discutir con mi hermano porque sé que iba a tener una bronca con el camarero y eso no nos lo iban a aclarar, me callé. Pero no era perdiz.
-Mujer, no...
-No, Mariquiña, no. Yo como muchas perdices al año. Estoy cansada de comer perdiz. Conozco la perdiz estupendísimamente. Porque ya te digo, mi padre tenía la afición de la caza y traía una de perdíces.. que a veces le decía mamá: ¿cuánto te costaron?. Porque traía muchísimas... claro, yo no sé si las compraba o lo que hacía para figurar que las traía. Porque ya sabes que los cazadores son siempre muy embusteros. Que dicen que traen, que traen, que traen... y a veces no traen. Ponen así dos para que se vean mejor en el cinturon. Y estoy cansada de comer perdiz.

Bueno...

Pasaron varios días, un mes o así, y me fuí al jardín, que me gusta mucho ir a ver los jardínes de la Coruña. Porque son preciosos, cuando está la rosaleda llena de rosales, me voy a contemplar las rosas. Y allá me fuí.

Dí muchas vueltas, me cansé y me senté en un banco. Y entonces vino un señor por allí.

Señor: - Buenos días.
M.A.: - Buenos días
Señor: - ¿Viene a contemplar las rosas, verdad que son bonitas?.
M.A.: - Son preciosas
Señor: - Yo de joven nunca las admiraba, pero ahora las admiro.
M.A.: - Pues yo siempre las admiré, pero ahora me doy cuenta de lo poco que viven. Viven unos días preciosas, pero se mueren enseguida. Lo que nos pasa a nosotros, que, aunque no nos muramos tan rápido, nos vamos muriendo poco a poco. Porque nos vamos envejeciendo y va cayendo nuestra vida. Es parecido a la rosa, pero más rápida es la rosa.

Y en esto, pasan unos estorninos volando, que pasaban muchos juntos, así, en esos meses de primavera pasan muchos estorninos. Y le dije yo:
M.A.: - ¡Oh cuantos estorninos!
Señor: - Pues ahora no hay tantos. Porque mire, ahora el estornino los dejan engordar y despues hay unos cazadores que les pegan unos cuantos tiros, caen y los venden a los bares. Y los bares los desmenuzan y los ponen en salsa de perdiz. Y la gente cree que es perdiz.
M.A.: - Señor, eso me lo hicieron a mí. Pero ¿usted cómo sabe eso?
Señor: - Porque yo tengo un pariente que es camarero en el restaurante y dice que hacen eso.
M.A.: - Pues eso me paso a mí, señor. Yo comí estornino, ahora me doy cuenta de que es estornino, y me decían que era perdiz en salsa de perdiz. Y no, era estornino hecho en salsa de perdiz!. Como yo nunca tomé estornino, yo decía este pájaro nunca lo comí. Entonces, yo comí estornino. Por fin discurro lo que era la perdiz de aquel bar.

¡¡¡Me dieron estornino por perdiz!!!