Queridos blogueros:
Hace unos días que salí de la Residencia, y ya estoy en casa. Me encuentro muy aturdida, la cabeza no está muy clara, no porque perdiese el sentido, no, no, es que me pesa mucho, es un peso grande que tengo en la cabeza que no se me va. Yo no sé si fue de tanta medicación porque me ataca también a la vista, que veo poco. Una cosa nerviosa en los ojos tengo. Si no fuera eso, casi ya estaba curada, no sé como tengo tanta resistencia.
Fuí al médico ya pensando mala cosa, y allí me hizo la médica de cabecera unos análisis. Y después me dijo: "Usted tiene que ir a la residencia a que le hagan un examen como Dios manda."
Y yo iba con mucho miedo, porque una vez que fuera a Pontevedra las pasé terrible. En vez de residencia parecía un mercadillo. Cuando venían las visitas, seis personas en la habitación con cortinajes que me ahogaban. Bueno, que no estuve muy contenta. Salí sanita, sí, sí, pero deshechiña y bajo forma.
Ahhh, pero ahora fue distinto. Entré malísima, eso es cierto. Pero tan pronto entré en esa residencia en.... pues, estoy haciendo un esfuerzo muy grande y no me sale el nombre del pueblo de la residencia donde estuve, ay que no me sale... en este momento se me va la onda, estoy confundiendo pueblos que pertenecen a Pontevedra y me salen los de La Coruña...a ver a ver... ¡Villagarcía!, me parece que es Villagarcía donde estuve en la residencia, sí, Villagarcía. Y quedé encantada.
Tan pronto llegué ya me metieron en una habitación muy chiquitita, muy chiquitita, abajo, para explorar, no me acuerdo ahora como se dice. Y me pasaron a esa habitación y yo ya encantada porque estaba sola. Pero llego un señor, que debía ser el director, traía un papel en la mano, y me dice: "Señora, usted quizá tenga que quedarse ingresada". Y le dije yo: "Pero aún no sabe lo que tengo que acabo de llegar. "Sí, pero tengo aquí el diagnóstico del médico y tiene usted una cosa grave".
Y le dije yo: "Pues si quedo si me dejaran en esta habitación tan pequeñita, siquiera estoy sola". y me dice: "No, señora, ya verá que contenta está, que la van a pasar a una habitación."
Y yo le dije: "¿Y pueden dejarme esta cama?. Si me llevaran ya en esta camita donde estoy..."
Cual sería mi sorpresa que me suben y me encuentro en una habitación espléndida, espléndida. Pintada con un gusto, enferma como estaba y yo me daba cuenta. Y dije yo: "¡Vaya habitación!". Y una voz por detrás me dice: ¡Que suerte tiene, la está estrenando!.
Y allí me dejaron, que no hubo dedo ninguno ni nadie me conocía. La suerte y la bondad que tienen allí en esa residencia. Todo de primera.
He andado por muchos sanatorios porque mi marido estuvo 20 años enfermo, pero el trato que recibí en esta residencia, esta exquisitez me sorprendió. Los médicos, estos médicos que me tocaron en esta residencia es una cosa moderna, quiero decir, que ahora el médico vive con el enfermo, le da todo tipo de explicaciones. Le pide una explicación por un medicamento nuevo que le dan, y la escucha y la atiende, y le dice porque cambia de medicamento, porque sienta mejor para el hígado... unas explicaciones que me dejaron tranquilísimas.
Yo estaba al pie de la muerte eh, pero esos médicos me sacaron, y con una alegría que trataban. Y las doctoras. Y los enfermeros. Atentísimos todos como si fueran hermanos míos. Un cariño... Me encontraba muy acompañada, estaban pendientes del enfermo.
¡Vaya organización que tienen en esa residencia!. No sólo por ser médicos de primera categoría, porque les doy matrícula de honor. Me dolía un poco el pecho, ya aparecía un médico, me hacía un electro, dos... en mi vida.
Y los médicos hacen preguntas, si está contenta... a veces los médicos creemos que no nos van a creer las cosas. Porque yo cuando enferme, ya de las dos veces, veía como si pasaran personas para quererme hablar. En mi inconsciencia... Pero yo me estaba dando cuenta que estaba viendo personajes que yo nunca había visto. Así como cuadros... Y yo no me atreví a decísrselo al medio porque tenía miedo que dijera que estaba loca. Pero en un momento que vino se lo explique. Mire, yo estoy aquí tranquilita y veo pasar personas, personas...
Dijo él: "Sí, señora, esté tranquila. Claro, usted está muy delicada y eso son cosas de cerebro. Pero el cerebro no lo tiene dañado. Que se explica muy bien, que le tengo envidia, que yo a su edad quería tener ese cerebro tan claro como lo tiene usted para explicarse. Y estoy admirado de su cabeza, que la tiene bien. Pero esas son cosas cerebrales, de mal riego, y de tal". y me dió una explicación y me quedé tranquila.
Que Dios se lo pague a esos médicos que bien me lo hicieron. Fue una caridad muy buena y viví como en familia en esa residencia. Los que me vinieron a cuidar, mis nietiños, también les gustó mucho el trato y la residencia. Vaya, abuela, que has tenido una suerte.
Pues con cariño y bondad se pueden hacer. Y es amor al prójimo y educación cristiana. Cristiana no sé si serán cristianos, a mi eso no me interesa. Buenas personas y que aman al prójimo. Eso es lo que me interesa. Y yo lo he tenido. Y ya no sé ya como dar las gracias. Les doy matrícula de honor a esa residencia de Villagarcía, que gracias a Dios, ahora me salió el nombre.